Apócrifo de Jorge Teillier

Nadie vendrá a tocar la puerta 
para decir que mi tristeza  
es la misma tristeza de los perros. 
Nadie estará bajo el umbral 
pisando su propia sombra encima de la mía 
con los ojos enredados en tus ojos  
y sin saber dónde
en qué nube  
sobre qué aire posar los brazos.  
No vendrán las plañideras envueltas 
en lástima y sudario 
con magnitud de negras olas 
y viudo estruendo de relámpagos.  
A nadie veré por la ventana
con la urgencia de quien llega 
a decir palabra por palabra amor aquí me tienes.
¿Qué lugar es este donde las tazas
de café enfrían su amargura
y el alba golpea las raíces de una carne?
¿En qué reino condenado a la ebriedad 
tornó la casa de tu ausencia sin la mía?
Ya no vendrás a darme de beber
en el cuenco de tus muslos
ni a mirar la floresta deslumbrante
que marchita a la vista del agua y sus espejos.
Aquello que forjamos dentro de estos muros
terminará por apagarse.
Pero antes que la oscuridad nos reclame 
colmaré de vino otra vez los vasos
para que la felicidad descienda 
en ti y en mi 
como una ráfaga de aves tras la lluvia.

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