En el texto “Borges y yo”, que forma parte de El Hacedor (1960), observamos de entrada, desde el título, algo llamativo, y es que el texto empieza con el nombre de su autor. A medida que empezamos a leer, nos damos cuenta que algo raro sucede: hay un desdoblamiento, un separarse de sí como procedimiento principal.
El texto está narrado en primera persona, pero también en tercera, porque el narrador (personaje) habla de él, se construye, en comparación con un otro al que llama Borges. Es decir, hay dos personajes, pero también se hace mención a un “otro”, que podríamos reconocer como el lector (los lectores): “Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición”.
Aunque también podríamos pensar que ese otro es el Borges de carne y hueso, ¿no? De esta manera podríamos decir que el texto plantea claramente un juego, superponiendo las categorías de autor textual; autor físico y narrador. Pasemos en limpio estas categorías:
Autor textual: es esa figura que muchos llaman “ser de papel” y que suministra las condiciones y los marcos necesarios para dar lugar al espacio textual. Se trata del nombre propio que figura en las tapas de los libros, en las solapas, es decir, en los paratextos.
Autor físico: se trata de la persona física y jurídica del autor. Esta persona “real” o histórica, nada tiene que ver con el ámbito textual o discursivo. En este caso que analizamos, por ejemplo, casi todo el mundo sabe quién fue y qué hizo Jorge Luis Borges.
Narrador: se trata de la voz (persona o ser que narra) que se presenta pura y exclusivamente en el discurso y que construye el relato, ya que no puede haber narración sin narrador. El narrador, entonces, es el que conoce el principio y el fin de la historia y el que va graduando lentamente los elementos de la historia para llevarlos a buen puerto, es decir, el narrador propiamente dicho no solo sabe la historia, sino que también sabe cómo contar.
Para ampliar estas categorías recomiendo leer los artículos “¿Qué es un autor?” de Michel Foucault y “La muerte del autor” de Roland Barthes.
Ya se ha dicho mucho sobre estos aspectos y otros de la obra de Borges, con lo cual es muy difícil afirmar algo novedoso. Pero arriesgamos que se pueden encontrar este tipo de juegos en muchos textos de este autor, con lo cual aseguramos que se trata de una constante en su obra.
No estamos frente a una simple biografía, claro que no. El procedimiento (mezcla/confusión/ficcionalización/teorización de la identidad) es interesante, porque Borges es uno de esos autores que teorizan en sus ficciones, es decir, como sostiene Ricardo Piglia en la entrevista “Los usos de Borges”: “…tiene que ver con que Borges estuvo siempre muy adelante de lo que era la conciencia literaria media.
Todo lo que dice Derrida de una manera un poco esotérica sobre el contexto, sobre el margen, sobre los límites, sobre la firma y la atribución, es lo mismo que dice Borges de una manera más sencilla y más clara.
Los dos han leído la teoría de los tipos de Bertrand Russell, los dos conocen el teorema de Gödel y los dos saben de dónde proviene la teoría de la ficción…”.
Muchos textos de la narrativa borgeana están narrados en tercera persona, con un narrador de tipo omnisciente, pero en ocasiones irrumpe una primera persona o se hace referencia (explícita o implícitamente) al autor textual, al “real” y también al narrador. Por ejemplo, en “Emma Zunz”: “Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito.
Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían”. ¿A quién pertenece ese deíctico, esos pronombres y el verbo en primera persona, si el cuento hasta esta frase está contado en tercera persona?
En “Hombre de la esquina rosada” nos encontramos con un narrador en primera persona que le cuenta a alguien la historia de Francisco Real, un compadrito que murió acuchillado, pero en un momento nos revela quién es el receptor o interlocutor, y además que él fue el asesino: “De juro que me apuré a llegar, cuando me di cuenta.
Entonces, Borges, volví a sacar el cuchillo corto y filoso que yo sabía cargar aquí, en el chaleco, junto al sobaco izquierdo, y le pegué otra revisada despacio, y estaba como nuevo, inocente, y no quedaba ni un rastrito de sangre”. ¿Qué Borges es el que aparece en este texto? ¿Hace referencia al autor textual como en “Borges y yo”?
En otros cuentos, aparecen referencias implícitas al autor “real”, como es el caso de Juan Dhalmann en “El sur”. Leemos: “…uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino.
Su abuelo materno había sido aquel Francisco Flores, del 2 de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por indios de Catriel…”.
Borges fue bibliotecario, uno de sus abuelos luchó en la frontera con el indio y se llamaba Francisco. Y, para mencionar otros ejemplos, los cuentos “El hombre en el umbral” y “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” comienzan haciendo referencia al autor ¿“real”? y a Bioy Casares, uno de sus mejores amigos…
Una última apreciación sobre “Borges y yo”, el narrador se menciona como autor textual, pero, rápidamente, nos confunde con el otro: “Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas…”.