Una epopeya muy breve del guerrero sin marca
Yo, nacido en la era de la entrega express,
hijo bastardo del marketing y el algoritmo,
me alisté sin saberlo en la guerra comercial.
No llevé espada, sino carrito de compras.
Batallé en los campos minados de descuentos falsos,
donde los “¡Últimos 3 disponibles!” son emboscadas,
y los “clientes también compraron”
son cebos de una inteligencia artificial
que conoce mis traumas mejor que mi madre.
Luché contra los titanes invisibles:
Amazon el Omnipresente,
Apple el Elegante Dictador,
Shein la Reina de los Esclavos Modernos.
Me tatué con logos.
Vendí mis datos por envío gratis.
Me endeudé para pertenecer.
Y cuando creí que vencía—cuando el paquete llegó a tiempo—
me di cuenta: la victoria era el paquete.
Vacío.
Made in no sé dónde.
Diseñado para romperse antes de que se acabe el hype.
Ahora, exiliado del carrito,
veo la aldea arder en notificaciones.
Oigo a los nuevos reclutas gritar:
“¡Aprovecha la oferta!”
“¡Solo hoy!”
“¡Conviértete en lo que compras!”
Y río.
Porque ya no tengo nada que perder…
salvo la suscripción automática.
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