Las probabilidades de que me enamore en la calle son nulas y sin embargo está a punto de suceder.
He decidido quedarme aquí en este ciclo y no continuar la espiral de tiempo espacio y volver una y otra vez a este día.
Mientras otros buscan un loop con un trip más hedonista, mi favorito es el día en que la conocí.
La amo y es un momento realmente hermoso, no importa la cantidad de versiones y variaciones de la realidad en que se me presenta, siempre es para mí un gran día.
La tangente espacio temporal más antigua que recuerdo es la de 1995.
Estoy con mi auto detenido en la intersección de las Avenidas Dirac y Plank, bajo el puente Tricentenario.
Es aquí cuando ella de la nada echa agua al cristal y comienza a tallar el vidrio del lado del conductor, en el cual estoy yo sentado con mis dos manos sobre el volante.
Talla con ahínco el parabrisas. En un esfuerzo por alcanzar el otro extremo del cristal para limpiarlo, su blusa roída y desgastada se desgarra dejando ver sus pechos sucios y prominentes.
Esta visión dura escasos 33.33 segundos.Cuando ella se percata del suceso, tal vez porque sus pezones ya rozan el cristal, mira al interior del auto y me descubre hipnotizado por el vaivén de sus senos que, turgentes y desafiantes, despiertan mi líbido y estupor, todo a la vez, como una revelación de lo imposible.
Me mira con desprecio. Azota la botella sobre el cristal y se aleja molesta. Se viene a sentar junto a mí debajo del puente.
Hoy es martes. Todos los martes venimos a esta esquina y nos turnamos una hora cada uno. Siempre la pone muy mal toparse conmigo.
La escucho quejarse de mí conmigo. Empieza a renegar y sé que me espera un largo día de insultos y desprecios. Hacia las 12 del día nos iremos a la plaza a pedir limosna y por la tarde al mercado a recoger cartón y botes.
Por la noche volveremos al puente a dormir entre los arbustos que decoran el distribuidor vial.
Amanece y soy el primero en levantarme, lo hago con el mayor sigilo posible.
Ya en pie la miro acostada en la cama. El viento fresco de las primeras horas configura una atmósfera especial en esa recámara, apenas los primeros rayos del sol tenues y débiles iluminan una parte de la alcoba. Es tan bonito verla dormir.
Voy a la cocina a preparar café. Si no baja a desayunar será grandioso.
Hoy es martes y me iré solo en el auto, no la llevaré a su trabajo y la conoceré de nuevo, una vez más.