Del 27 no se olviden

Aunque a la historia oficialista se le retuerzan las tripas y le repugne la idea, hoy 27 de Septiembre celebramos el verdadero Día de la Independencia de México. En realidad pudo ser mucho antes, pero Agustín de Iturbide, ególatra y narcisista como pocos, retrasó la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México para hacer coincidir “el día más grande de la historia nacional” con su cumpleaños 38 y poder entregarle una pluma de su sombrero a su amada Güera Rodríguez.

La verdad es que la Independencia se decidió desde que Iturbide y Juan O Donojú firmaron los Tratados de Córdoba el 24 de agosto.

Bueno, para ser franco se decidió desde el momento en que los criollos más ricos de la Nueva España, encabezados por Matías Monteagudo, se reunieron en el templo de La Profesa para optar por cortar de una vez por todas con el cordón umbilical español y su liberal Constitución de Cádiz (restituido por el rebelde andaluz Rafael Riego) que amenazaba sus privilegios.

A los historiadores de quincena les horroriza admitir que la Independencia al final se consiguió sin sangre, sin pípilas o niños artilleros.

Que los destripados y degollados de la Alhóndiga de Granaditas y los miles de muertos del Cerro de las Cruces, Puente Calderón y el Sitio e Cuautla pudieron ahorrarse.

Que en realidad se pudo proclamar sin armas la Independencia desde 1808 si hubieran dejado actuar al Virrey José de Iturrigaray. Que en 1820 la insurgencia original estaba acabada, el virreinato pacificado y que Vicente Guerrero, oculto en las montañas y Guadalupe Victoria, refundido en una cueva, no representaban ya amenaza alguna.

A los historiadores institucionales les ofende aceptar que fue en el aristocrático templo de La Profesa y no en la humilde parroquia de Dolores donde se concibió el embrión de la nueva patria. Que fueron los fifís y no el pueblo bueno quienes cortaron el cordón umbilical con la monarquía española.

Ya después los yorkinos se encargarían de matar al iluso y presumido Iturbide y de proclamar un Frankenstein federalista, malísima copia del estadounidense, con una constitución republicana tan liberal, que proclamaba a la católica como la única religión tolerada en al país.

Ya se encargarían después de los historiadores burócratas de borrar a Iturbide del rimbombante cuadro de los héroes y minimizar esta tan mal comprendida etapa llamada Consumación de la Independencia.

Si hay un periodo de nuestra Historia que en verdad me apasiona y sobre el que deseo seguir investigando y escribiendo a profundidad, es el de los años embrionarios de la Nación.

Las primeras dos décadas transcurridas desde 1821, cuando lo mismo pudimos fragmentarnos en mil y un republiquitas como Centroamérica, que constituirnos en imperio mastodonte desde California hasta Costa Rica.

Escoceses contra yorkinos, Mier y Terán, Lorenzo de Zavala, Poinsett, Ward. Los canijos Cartógrafos de Nostromo.


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