El subrayado como género literario

¿Es el subrayado de libros un género literario? Ya Borges navegó sobre un libro de prólogos o un libro de pies de página, lo cual me hace pensar en la existencia de una obra alterna, digamos una obra palimpsesto escrita a partir del subrayado y los apuntes de un lector con pluma desenvainada. Si cada lectura es una reinvención del libro, leer a partir de las huellas dejadas por otro lector es reinventar dos libros: el que escribió el autor y el recorrido por el lector que nos antecedió.

En El camino de Ida de Ricardo Piglia, Emilio Renzi lee El agente secreto de Jospeh Conrad buscando descifrar un misterio a partir del subrayado de la difunta Ida Brown. Cuando yo muera y mi biblioteca vaya a dar al Pasaje Rodríguez,  a la Feria del Libro Usado o a la biblioteca pública de Rosarito,  habrá algún improbable lector que topará con los garabatos y jeroglíficos que he ido dejando por ahí y acaso pierda algún tiempo intentando infructuosamente descifrar mi catástrofe de caligrafía.

Para mí la lectura es un ritual de marcas y señuelos. Soy un lector de pluma desenvainada. Subrayo párrafos enteros, escribo pequeños comentarios y voy dejando anotaciones relativas al lugar en donde estoy leyendo, las circunstancias del día y mi estado de ánimo.

Digamos que entre las páginas pueden leerse apuntes como “tarde triste parque”, “cae la noche en el aeropuerto”, “larga espera estacionamiento Chula Vista”. Se trata de ir trazando una cartografía de la lectura, de ir marcando el territorio como perro que orina los postes. He llegado al extremo de escribir pequeños relatos en las páginas finales.

Tal vez por eso no me gusta que me presten libros, pues no me siento con la plena libertad de tatuarlos como a mí me gusta. Cada cierto tiempo me da por  vagar entre mil y un senderos de párrafos subrayados y caminar pisando huellas, descifrando las personalísimas marcas yacientes en cada libro, el criptograma de garabatos en donde se refleja lo pasional y descarnado de una relación de un lector con una página.  

Hay quien lo ve como una forma de maltrato al ejemplar. Yo creo que la peor forma de maltratar a un libro y faltarle al respeto es tenerlo años envuelto en el plástico original, adornando frígido un escritorio, arrumbado en virginal soledad en las profundidades del librero. Un libro es para vivirlo y desparramar sobre él las huellas de una lectura intensa.

Hace poco leí los 84 textos breves que conforman  El idioma materno de Fabio Morábito y di con un par de alegatos contra la vanidosa compulsión de subrayar  libros. 

Fabio habla de un amigo suyo que  subrayaba de manera compulsiva, como un sustituto de la escritura misma. Al subrayar tanto se defendía de los libros, que mantenía a raya con sus rayas.

Bajo el criterio de Morábito,  el subrayado desmiente el edificio y realza el ladrillo; salven esta frase de las garras del libro, liberen esta joya del pantano que la rodea.

Por supuesto, lo primero que hice al leer estas frases fue subrayarlas e incluso improvisé algunos dibujitos para resaltar mis apuntes en el margen de la página.


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