Gaira

Jose Mauricio González estaba desquiciado, pero no lo sabía. Simplemente pensaba que su mundo era normal.

Gaira era apenas un asentamiento caliente de ranchitos de palma alineados en tierra de nadie, a trescientos metros del mar, que se volvió de todos los que pudieron asentarse antes de que el Rodadero fuera eso, un Rodadero de gente todo el año, buscando la pesca, el silencio, la tranquilidad, las vacaciones, la droga, la putería y el mar, en ése orden Sus amiguitos Sebastián Ruiz y Nazario Guarguatí le enseñaron a fumar camino a la casa desde la escuela.

Era el más bajo y enclenque de los tres y les decía “amigos” a los otros dos; sólo porque eran los únicos que le dirigían la palabra a pesar de; “Sebas” haberle apagado un cigarrillo en la cabeza y Nazario haberle dado mal la información que le debieron dar sus hermanos o sus padres sobre sexo, mujeres, vicios, el bien, el mal y la vida misma.

Curiosamente, de familia numerosa, creció sólo y menospreciado por sus padres y hermanos.Como buen candidato a ser diferente; así lo fue. Vulnerable a los vicios y abusos era literalmente eso, un abusado por su madre que lo usaba como excusa para verse con otros hombres;- voy con el niño. Decía, y mientras su padre cojía banano en Ciénaga ella cogía…¡Y vaya que cogia! Fue maltratado por sus hermanos que lo acusaban de los daños que ellos mismos hacían. Era un imán para las golpizas, percances y burlas.

Si quisieran malcriar un hijo conscientemente, José Mauricio les daría un manual completo.

La escuela se volvió colegio, el pueblo se volvió ciudad y los tres amigos se separaron. “Sebas” entró al ejército, donde empezó a pilotear el Bazuco, después de haberlo probado a raíz de un decomiso en el que el cabo Bedoya se quedó con dos ladrillos prensados de base de Coca …

Su adicción fue tan fuerte que cuando no quedó nada del decomiso, se ofreció de voluntario para cuantos retenes allanamientos, redadas operativos y batidas había. Luego no se quitaba el uniforme y se ganó el respeto de los superiores por su “vigorosa labor”, tanto así que le permitían llevar al cinto su infaltable pistola reglamentaria “Cordova” de INDUMIL.

Después de ser ascendido a cabo, Sebastian, corpulento, se daba mañas y se inventaba órdenes para salir del batallón so pretexto de labor social, prestar seguridad, etc.

Se metía a las ollas, aceptaba sobornos en dosis y duraba hasta una semana sin dormir, “soplando” droga de noche y volteando de día. Hasta que se le reventó una tripa en ése cerebro.

Una madrugada, entró a un expendio, mató al jíbaro y a su familia, se llevó la plata, la droga y se perdió.

Al mes, la policía militar lo encontro en una ranchita en Palomino, en pelotas con una indigente que le hacia las vueltas y la rastrearon por intentar vender la pistola.

Fue internado en el siquiátrico Méndez Barreneche de Santa Marta. Descocado y mirando a los rincones con disritmia cerebral. Ya era loco violento y empezó a ser tratado con medicación y descargas de corriente controlada.

En la tercera sesión de choques eléctricos, lo llevaron al recinto y lo amarraron a la pesada camilla, lo dejaron sólo al lado de esa máquina odiosa de dar corrientazos; mientras llegaba el Doctor.

El gigantesco Sebastián empezó a balancearse a lado y lado, atado con correas incluso en la frente, hasta que la estructura metálica se fue de costado y en la caída estrelló su cabeza a la altura de la oreja contra una escalerilla de metal.

No se dió cuenta de su propia muerte, le quedó un agujero en forma de ele con todo y el pabellón de la oreja allá metido. Nazario Guarguatí se volvió discípulo de la escuela del crimen más sofisticada que hubo alguna vez en Colombia; la banda de la calle Cuarta de Bucaramanga.

De allá salieron los más sofisticados apartamenteros y ladrones de joyas que han visto Europa y Norteamérica.

La Cuarta, Fue el último bastión del hurto a la antigua. Recién llegado de la costa, Nazario estudió en el colegio liceo Cervantes de la ciudad de los parques en donde lo molestaban por ser negrito y mal vestido.

Su padre, un empleado del puerto de Santa Marta, quería que estudiara con cachacos y se presentara para el curso de policía.-Pero primero aprendej a hablá como cachaco, le dijo cuando lo despedía en la terminal de transportes.Llegó a donde una tía al barrio San Alonso.

Lo acomodaron en el cuarto de la sirvienta; nadie lo determinaba por Corroncho, ni siquiera sus primos. Lo miraban por encima del hombro y no le hablaban como si fuera de la famila.

Usted puede comer en la mesita del patio. le dijo la tía, en la mesa del comedor estamos completos.

Desesperado por devolverse y ante la negativa de sus padres de mandarle para los pasajes, se llevó el cuchillo de la cocina un viernes en la tarde y se lo puso en en cuello al primer taxista que abordó.

Apenas su víctima le dió el dinero, salió corriendo por el parque de los Niños hacia el Parque Centenario.

¿Descripción? un negro con camisa amarilla, como mosca en leche.

Lo capturaron, le dieron una muenda y… ¡ A la patrulla!

Al otro día, en el periódico local se leía: CAPTURADO PELIGROSO ATRACADOR. Nazario Guarguatí.

Se exhibía una foto de su cara, todavía con la sangre de la muñequera que se ganó.

En la cárcel Modelo se ganó el respeto dándose en la jeta con todo mundo y cantando vallenatos.

Su padre, avergonzado, no quiso saber nada cuando le mandaron el periódico “Vanguardia Liberal” con titulares y foto.

¿Su familia de San Alonso?… ¡Menos! Nazario, resentido, violado, avispado, aleccionado y madurado a golpes; salió de la cárcel, se fue a vivir a un cuartito en la carrera 5a on calle 17, donde lo esperaban compañeros de celda.

Allá fumaba marihuana de noche y atracaba de día..

La pura bacaneria decía; con un acento cachaco como de Urabá, revuelto con ñero; que al fin aprendió a manejar en el patio del penal.

Aprendió a decir; “Sisas”, “A lo bien”, “Pa’ las que sea”, “En la juega”, “¡Uy ábrete gonorrea!”, “A la parte serIa” y mil ñeradas más.

Seis meses después de salir y haber pagado cuatro años, apenas estuvo listo, se consiguió dos compinches y le hizo inteligencia a la casa de la tía desgraciada.

En el primer paseo en que dejaron la casa sola, llegaron con un camión y haciéndose los varados, con herramienta y todo; les desocupó ésa casa y se les llevó hasta la ropa sucia.

Con gusto le hubiera raspado hasta la pintura a la coscorria ésa, decía celebrando con Bareta y “Ballantine’s. “Una mezcla de alcohol de farmacia con bebida gaseosa.

Nuestro amigo sacó en arriendo una casita por el parque de la Concordia, se instaló con Ada Mary, una niñita de catorce años, flaquita, con teticas de huevo frito y culito de chocolatera.

Montó una banda de cuatro pelagatos que venía robando las tiendas de Provenza, el Diamante, Lagos… hasta que en La Pedregosa un comerciante amenazado abrió el cajón y en vez de darle dinero, le dio un balazo en la punta de la nariz con una Derringer calibre 22.

No se dio cuenta de su propia muerte. Ada Mary quedó sola y preñada.

José Mauricio se quedó en Santa Marta. Terminó en el colegio “Agustin Nieto Caballero”. A duras penas, como Juan Charrasquiado pero sin madre; pues se largó, fue borracho parrandero y jugador. Siempre con el trauma de una niñez mal llevada, creció con la idea de que no tenía derecho a tener nada.

Cada pequeño logro lo llenaba de culpa. Como los personajes de Sánchez Juliao, fue vendedor, carretillero. chofer, puto de señoras, marinero…

Lo de marinero le quedó gustando, se hizo el más eficiente limpiando cocinas y retretes en los cargueros mercantes… y recorrió el mundo lavando cubiertas, letrinas, echando polizones, ratones, vómito y mierda al mar.

Nunca se bajaba en los puertos, no hablaba con nadie, todos pensaban que tenía contrato, no comía con los demás y en las noches dormía en algún escondite. No medía más de 1.78 pero el trapeador y la faena lo volvieron fornido.

En un viaje al Oriente; en el mar del Japón, una polea se balanceó mal amarrada de la torre de una grúa y le dio de refilón en la cabeza. José volvió a trabajar, pero ya estaba todo limpio…

Después de aquel leve golpe, de pronto, podía entender lo que graznaban las gaviotas, oía a los delfines discutir entre ellos, podía saber lo que pensaba la gente del barco cuando se acercaba, podía sentir si querían orinar o si tenían hambre, sentía en sus pulmones el gusto de los que fumaban…y hasta se dió cuenta que la gente decía lo que Él ya sabía que iban a decir…

Así lo supo todo. Desde lo más trivial hasta lo más profundo. Entendía el alemán, el inglés, el chino y el húngaro.

Supo que a Hans, el cocinero suizo, le fascinaban los hombres Barrigones, quién mato a Kennedy.

Donde estaba el hijo de Limberg, supo que el capitán Navarro, un portugués, era un ser humano extraordinario, Comprendió los temores de los hombres y que los animales son espíritus en superación, que todo evoluciona haciendo que la dimensión del tiempo sea eterna para los animales que viven un día.

Como le sucede a las polillas, y que veinte años no es nada cuando estás vivo; pero dos semanas son suficientes para olvidar a los que mueren.

En cuanto pudo, regresó a Santa Marta…

Estaba mucho más poblada.Lo podía ver todo. a los muertos en tránsito sentados en los parques, caminan por las calles inclusive atravesando paredes y pisos, se enteró de que los difuntos ven a los vivos, saben qué les pasa, qué hacen y cómo actúan, pero no los molestan.

Y los vivos no ven a los espíritus, y los Espíritus ¡a él sí lo veían! Y le preguntaban cosas, que si sabía algo, que si les tocaba hacer fila para el paraíso, que si era por orden alfabético,…

Tanto que jodió el cura y el cielo por ninguna parte, que lo del Diablo es pura mierda…Maravillado de tanta revelacion, José pasó por el pabellon psiquiátrico y vió a Sebastián sentado en un murito de la entrada tratando de sacar su oreja de la cabeza.

Se abrazaron sin tocarse. Pero entonces vieron pasar cuadras arriba, la fila interminable de almas que venía desde fundacion, Bosconia, Valledupar y Bucaramanga.Era una fila de los que se habían muerto lejos y no sabían por qué marchaban. Alcanzó a distinguir a Nazario, venia con el agujero en la nariz.

Entonces, Jose Mauricio comprendió que así estemos lejos siempre volvemos cuando morimos, al lugar donde nacemos. Apenas los dos amigos lo vieron; Nazario se salió de la fila a saludarlos. Ellos se contaron todo.

José Mauricio les contó lo del barco, cómo la polea lo había golpeado de lado, les contó cómo había comprendido la muerte, el tiempo y el mundo, y sentido la necesidad de volver a la casa a sus raíces…

¡A Gaira! Nazario y Sebastian se miraron, Sebastián le dijo en samario puro…

– N’jodaa ¡Tú eres bien marica! Tampoco te diste cuenta cuando te moriste! Guevón te falta media cabeza, ¡la polea te la rebanó limpiecita!

José Mauricio corrió a mirarse en el espejo de un almacén de ropa que había al lado..

– ¡Ay jueputa! Con razón no me da hambre ni sueño…

Le faltaba medio cráneo y el cerebro multicolor brillaba al aire libre…

Cuando veas por el rabillo del ojo una presencia a tu espalda, en la sala de tu casa, en el baño o en tu cuarto…

No te afanes, es un alma que va de paso.

Si se ríe no es contigo, es con su propio recuerdo…si llora no es por ti… Es por su propia suerte.

Un misterio de la muerte, que el destino no controla.

Es un espíritu que va de paso.

De su existencia el ocaso.

Es un ánima sola.


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