Recostada sobre la arena, el viento y la sal me enredan el cabello, hipnotizada por el ir y venir de las olas, la espuma de cerveza me roza los labios, me muevo al ritmo de la música, el aire se cuela dentro de la caracola que sostengo entre mis manos, que me susurra recuerdos lejanos.
Me dejo llevar, comienzo el viaje, me veo volar sobre los rayos del sol.
Mi respiración se pone en sincronía con mis caderas, pequeñas gotas de sudor resbalan sobre mis pechos erguidos.
El me mira, me llama, esta bravo, las olas altas, me gusta el peligro, voy hacia él.
Sus olas me envuelven, yo me dejo llevar hacia adentro, al mar profundo, busco la orilla y las olas me rodean, no se hacia dónde nadar, mi corazón se agita, intento gritar, siento la sal raspar mi garganta, nadie escucha mi voz.
Algo roza mis pies, por instinto lleno mis pulmones de aire y mantengo la cabeza afuera, con el cuello hacia atrás, en un impulso me permito sentir el fondo y dejarme arrastrar por la ola.
He llegado jadeante, sale mi cuerpo desnudo del agua salada, cubierta de algas marinas y de coral, he regresado al calor, comienza la sensual danza con el sol y la sal.
La rumba viene, la rumba va, la rumba viene a abrazarme, a quitarme a besos la arena de la piel.
Me recibe en la ofrenda el fresco olor de la sandía, el circulo de flores, las llamas de las velas, el sol se mece, se arrulla dentro del mar, la noche ha venido a bailar, viste a la Diosa con su manto de estrellas, el agüita dulce de la sandía se lleva la sal con su miel, vienen mis hermanas a encender la hoguera, beso la caracola y la hago sonar, las convoco al círculo, danzamos al compás de movimientos uterinos, nos miramos, nos reconocemos, cada una ha recorrido la espiral, las penas se caen a la arena, bailamos sobre ellas, lo sabemos, el camino siempre es hacia adentro, el toque de los tambores se acelera, nos desprendemos de la piel humana, la dejamos caer junto con todas las máscaras, somos las Diosas que bailan, que se aman, llenas de éxtasis y de placer danzamos en la vida.