Olivia, te dejé de hablar porque hablaste mal de mí siendo que yo nunca he dicho nada de ti, por eso me alejé de tu amistad, acaso ¿ya no te acuerdas de cuando murió tu marido?
Esa mañana que te levantaste y le hablaste porque se le hacía tarde para irse a trabajar, te dijo que tenía mucho sueño y que le hablaras pasando unos cinco minutos, ah bueno, mientras me baño, me cambio y alisto a los niños para llevarlos al kínder, le dijiste, y al rato, mientras te cambiabas le hablaste y no te contestó.
Lo moviste y lo viste tieso como muerto, y sí, estaba ya muerto, llamaste a los paramédicos y ellos te dijeron que había tenido un infarto mientras dormía, y es que el pobre hombre trabajaba hasta tres turnos sin descansos, te decía que trabajaba así de duro porque quería darles buen futuro a ti y a tus hijos pero tú no veías eso, siempre le reprochabas que querías salir y andar aquí y allá como todos los matrimonios, pero él llegaba cansado y a veces así salían al parque.
A los pocos días de fallecido metiste a tu casa al primero que se atravesó en tu camino y empezaste a emborracharte como nunca, hasta altas horas de la madrugada, perdiste el juicio Olivia, perdiste el juicio, me acuerdo esa vez que te paraste frente al retrato del difunto y le gritaste: mira, ahora sí voy a divertirme con tu dinero, este dinero que no quisiste gastarlo conmigo, ahora me lo voy a gastar con quien se me dé la chingada gana, y así fue.
Todos los ahorros del muertito te lo fuiste gastando en borracheras con tu nuevo novio y su hermano, un jotillo todo traumado que se la pasaba llorando y tomando que porque estaba enamorado y no correspondido de su primo hermano, hazme tú el favor, qué cosas uno viene a saber, y así, semana tras semana llenabas el refrigerador de cervezas y con la música a todo volumen cante y cante, emborrachándote con esos dos para amanecer crudos y seguir la borrachera, olvidándote por completo de tus hijos Olivia.
Incluso, ese jotillo empezó a platicar mucho con uno de tus hijos y a veces le daba cerveza, yo te decía que eso estaba mal pero tú siempre ebria me decías que no pasaba nada y que no me metiera en cosas que no me importaban, ya después veía que lo empezó a vestir como mujer, a pintarlo y a enseñarle a caminar quesque como una modelo, porque yo veo que tú serás toda una reina, le decía, el niño muy inocente se divertía, le hacía gracia todo de él, tú también te reías, decías, pues si mijo va a ser puto, que sea puto bonito, elegante, enséñale cuñis todo de la vida para que no sufra y sea muy perra ella, decías eso y todos celebraban chocando las botellas de cerveza.
Ya después te encerrabas por mucho tiempo con tu novio y dejabas a los niños en manos de ese tipo, yo me daba cuenta porque primero murió mi mamá y después tu marido, a mí mis hermanos me echaron de la casa que mi mamá me dejó, fui contigo y te platiqué mi situación, no te preocupes, hazme el quehacer y la comida y ái nos apoyamos.
Por eso conozco tu historia, porque de primero nos apoyamos en el duelo de mi mamá y luego en el de tu marido que en gloria esté, y pues desde esa vez que le barajeaste el fajo de billetes al retrato de tu marido muerto, yo estaba muy sensible y al ver eso, más, en esa época me enflaquecí, no tenía hambre, no me bañaba y quería morir también, además de no traer ni un peso para comprar más que sea un cuartito de arroz, por eso acepté tu ofrecimiento de hacerte el quehacer y pues sentirme útil, me decías, tú cocina ái lo que quieras, hazte cargo, así me decías y te encerrabas con tu novio y ya no salías si no era para continuar tomando.
Me acuerdo la vez que encontré el retrato de tu marido todo estrellado y rayado debajo de la cama mientras yo arreglaba tu cuarto, me dio no sé qué ver eso, me tragué las palabras de decirte eso y mejor me puse a hacer la comida, bien me acuerdo, esa vez hice caldo de res y piqué mucho chile verde con tortillas que les hice en el comal redondo.
Pensé que lo mejor era callarme todo porque me estabas matando el hambre aunque viera lo que viera, aunque no era de a gratis, porque barría todo el patio, regaba, juntaba en un costal todas las latas de cerveza y los envases de vidrio cerca del árbol de guanaba, ahí estaba un cerro de latas y botellas vacías, acá, en la cocina trapeaba y me pasaba al cuarto a ordenar todo.
Mientras me ocupaba de esto, ustedes seguían tomando, en mi cabeza no cabía la idea de cómo es que de un día pá otro habías dejado esa vida de casada para tirarte a la borrachera, ay Olivia, yo sí que pasaba mis días sin un peso en mi bolsa y tú encargue y encargue cartones de cerveza, botellas de vino, de tequila, de ron, todo lo que tu novio se le antojara, tú se lo cumplías, hasta comida preparada y salidas al mar, de un de repente decían: vámonos al mar y se iban, tú, tu novio y su hermano, dejabas a los niños y te arrancabas, ái te los encargo, me decías, hazles de comer.
A veces duraban días en la playa y yo me las veía duras para entretenerlos, a cada rato me preguntaban por su mamá y yo les decía, orita viene, orita viene, por eso y más te dejé de hablar Olivia, porque ya no me gustaron esas maneras tuyas de tomarte la vida, siendo que eras mujer viuda y con dos niños que ocupaban de ti y tú le diste a la perdición con dinero que no era tuyo.
Me dio mucho sentimiento porque en una de esas me regañaste porque los niños estaban malos de su panza, siendo que yo veía cómo los dejabas que comieran todo y a cualquier hora, me diste a entender que yo ya no te servía para la casa y que me habías matado el hambre sin hacer bien mi trabajo, me fui a la banqueta y me puse a llorar, a mí no se me quitaba el sentimiento de mi madre muerta, lloré mucho y no sabía qué hacer, adentro escuchaba la música a todo volumen y los gritos de ustedes.
Antes de irme, me despedí desde lejos de los niños, estaban ahí arrinconados hechos bolita, agarrándose la panza de dolor mientras tú Olivia seguías emborrachándote con esos dos, me fui de ese barrio y no supe nada de ti Olivia.
Por tu prima Geno supe que esos dos te dejaron sin dinero y aparte de habían robado lo del seguro de vida, lo del Afore, los gastos funerarios y las contratas que tenía el difunto sin cobrar, esos se fueron del pueblo y tú te querías volver loca.
Los niños habían perdido dos años de escuela todo por tu culpa y estabas a punto de que te embargaran la casa, al final, te juntaste con un señor mayor de tú, de unos sesenta años que acababa de llegar del norte y que le echaste el ojo porque traía un camionetón nuevecito pero que luego de salir embarazada de él le quitaron la camioneta por deudas y regresó a los antiguos trabajos de albañilería aquí en el pueblo.
A veces te veo de lejos con un niño en brazos y pienso que tus otros niños han de estar ya grandes, te veo cuando vengo al pueblo que no es seguido, porque se me hace bien trabajoso venir desde donde vivo hasta el pueblo, y sí, cuando te he visto me acuerdo que te dejé de hablar por todo eso, Olivia.