Olvido fatal

Al olvido de todo, hay una memoria, marchita, trastabillada como la luz.

Al olvido del corazón vuelve el mirar del amor.

Al olvido del abandono, vuelve el crimen y todas las historias rotas parecen un arcoiris, un páramo, una bota tan pesada que la verdad es un lodo pegajoso, un retazo de abanico que desconoce el movimiento.

Al olvido de todo, está el estado de guerra, aquella de alarma y prevención en toda España.

La censura que dominaba la prensa de todo el país, de todos los medios, la censura de la derecha pesaba tan severamente y durante tánto tiempo…

Es decir que quien no conocía al pueblo, no sabía que la revolución que había comenzado en 1934, todavía no había terminado.

En aquel entonces no rulaba la red de datos en casa de cada letrado. En aquel entonces se burlaba la censura que decía, “Aquí no ocurre nada.

Todo está tranquilo.

Los delincuentes están en la cárcel.

El gobierno tiene el control de la situación.

No haga usted caso de las historias que le cuentan”.

De Barcelona a Andalucía, de Castilla al País Vasco, en los puertos levantinos, en Oviedo capital, flotaba el clima revolucionario.

¿Y saben cómo circulaba la información de los periódicos de izquierdas que no podían hablar?

Pues de muchas maneras, por los payasos de los circos, por una multitud de hojas clandestinas; en los mítines, en las confesiones frente a las fábricas, en los teatrillos de títeres, muchos panfletos y poemas de exaltación a los héroes y sucesos de Asturias, por todas las peñas y centros obreros e incluso los intelectuales de Madrid, todo ello recorría la península, todo significaba agitación revolucionaria.

Al olvido de todo, está el olvido fatal.


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