El fantasma de esa voz me persigue
tenues presencias rozan en momentos de plena tranquilidad
en los silencios del pensamiento
cuando absorta la contemplación
cuando los contornos
las luces
cualquier nimiedad
son arrebatos infinitos
como aguas resbaladizas
aquella voz inquieta
sus palabras son ininteligibles
sombras
tocan mi piel
besa mis párpados
es espectro abrazador
diluido a ratos
instantes rotos
enfrento su nadez
y es tan fugaz cuando la pienso
que sola se auto
destruyese vuelve ceniza
niebla
y cansado me digo: ya no la escucharé.