Pronto, revuelvo el pasado a la espera de otra resignación, de un abrir y cerrar de párpados: La habitación, a media luz, ocultaba dos cuerpos desnudos; estaban enfrentados en la penumbra, los penetraba, sutil y suspendida, una débil luminosidad que caía por la ventana a medio abrir, como una pequeña cascada. Escena pasiva la de los cuerpos, objetos que permanecían inmóviles y que eran ya parte del mobiliario; los cubría, tan sólo, una delgada capa de polvo, que evidenciaba, falaz, el paso del tiempo. Como distante, pero tan cercana al oído, una dulce melodía de violines desesperados insistía con disonancias y atonalidades en una batalla con trompetas y tambores. Una orquesta inquieta, pensé, de ritmos rápidos y lentos, de contradicciones desconcertantes y acaramelados sonidos. En la calle, a un paso nomás de la ventana, una jauría salvaje peleaba por un hueso raído; un grupo de niños castigaba el tejado, descargando una lluvia de piedras; y los automóviles, ruidosos como truenos, pasaban a gran velocidad. La histeria urbana intentaba, empecinadamente, romper el silencio en la habitación. Los cuerpos no perdieron su postura, como maniquíes de carne, siguieron exhibiendo su desnudez para un público ausente. Algo…

Poema 17
Autor: