– Hija, ya es de noche, es hora de nuestra jornada. Así me despertó hoy madre, me molesta bastante la frase “nuestra jornada” o peor aún, cuando dice “somos murcielagas, es nuestro trabajo”.
¿Quién dijo que en este reino de animales salidos de vientre nos tocaba a nosotras y solo a nosotras hacer este trabajo? ¿no fueron los monstruos de dos pies los que acabaron con las abejas? deberían ser ellos los responsables de “esta jornada”.
– Hija, en serio, ya despierta que te vamos a dejar y no habrá comida para ti.
– Como si fuera la gran comida.
– Es la que hay, o te mueres de hambre.
No me quedó otra y salí de la cueva. Extendí mis alas para dar una vuelta esperando que las ancianas fueran a estrellarse contra el muro blanco, han perdido su poder de ecolocalización, madre dice que no solo es eso, quieren recordar los días en que eran libres, en que volaban fuera de esta granja.
Hace tres generaciones que los monstruos de dos pies nos mantienen en este sitio, nos dan de comer gusanos e insectos secos, salen todos los días con sus trajes y máscaras a regar semillas; y esperan que por las noches hagamos todo el trabajo.
Madre me llevó a las flores tropicales, me cuenta cada vez una historia de cómo ella y la abuela vivían en la selva. No había monstruos de dos pies cerca, eran libres y cazaban toda la noche.
La abuela era muy anciana cuando crearon las granjas, solo capturaron a madre, la abuela la miró con gesto de tranquilidad y dijo:
– Está bien, vas a cumplir con tu destino como creadora de aire.
Yo nací entre los muros y aún no sé cómo cazar.
***
Al principió nuestra raza cargó con la culpa de enfermedades que mataron a muchos monstruos de dos pies. Algunos monstruos creyeron esa farsa, cazaron y mataron a muchas de las nuestras.
Nos trataron como plaga, y no era para menos, como animales salidas de vientre ocupamos el segundo lugar de especímenes en el planeta, solo por debajo de los roedores y por encima de los propios monstruos.
Sin embargo, todo cambió cuando las abejas murieron, ser muchas pasó de ser una desventaja a una de nuestras mejores cualidades.
***
Nuestra generación está harta del encierro, es un hartazgo que no tiene que ver con la furia, sino con el aburrimiento. No sabemos cazar, no tenemos la oportunidad de cazar y vemos a nuestras madres envejecer y estrellarse contra los muros, si ese es nuestro destino ¿hay algún sentido en los que hacemos cada luna?
Hemos intentado comunicarnos con los monstruos de dos pies, pero parecen una especie muy retrasada. Dejamos nuestra mierda en lugares estratégicos para que vengan escarabajos y otros insectos que nos permitirían un proceso de caza entretenido a lo mínimo, pero esos monstruos no entienden, se limitan a limpiar y desinfectar todo.
Otras lunas, hemos implementado formación de caza en los árboles, según las tradiciones que nos cuentan las ancianas. Han llegado con aparatos que graban imágenes, han capturado nuestra formación, pero no la comprenden.
– Te digo que es una pérdida de tiempo
– dijo madre– es mejor ponerse a trabajar.
Madre ya casi es una anciana, me pregunto cuándo se estrellará en los muros por primera vez.
***
La primera de nuestra generación murió de inanición, los monstruos se la llevaron e intentaron reanimarla, pero nada funcionó, no comprenden que es un tema emocional.
Algunas nos hemos reunido a dialogar sobre el futuro, nuestro reto no será más la caza, sino el lograr comunicarnos con los monstruos enmascarados.
– Dejemos rasguños en los muros – dijo la más joven–
– Les digo que es pérdida de tiempo – dijo madre, que apenas puede mantenerse colgando de las rocas–.
– Debemos intentarlo – expresé con ánimo, quizá la primera vez que digo algo con entusiasmo después de años–.
– No puede ser – comentó madre– ustedes buscan hacer amistad con los monstruos de dos pies y olvidan su papel como creadoras de aire.
– Sin nosotras no hay vida – interrumpió la más joven– no nos olvidamos como creadoras de vida, pero tampoco podemos esperar a morir de inanición.
– Somos una raza acostumbrada a los retos – dije y me detuve para extender las alas– hagamos de este desafío una misión de vida, dejar de trabajar para los monstruos de dos pies y hacer parvada con ellos–.
Agité las alas para emprender el vuelo, la oscuridad cubría la granja, las más jóvenes me siguieron y dije – es nuestro momento–.
***
Los monstruos de dos pies no entendieron nuestras indicaciones, resanaron las paredes. Una barrera sonora nos separa ahora de los muros, las ancianas ahora mueren cayendo de las rocas.
Madre se estrelló hace veinte lunas. Los monstruos comenzaron a llevarse a las más jóvenes. Hay rumores de que crearon granjas más grandes, reservas le llaman.
En mi vientre crece una hermosa criatura alada, sé que la apartarán de mi lado cuando nazca, estoy preparando mi cara para dar la apariencia de tranquilidad y le diré que está bien, será momento de cumplir con su destino como creadora de aire.