Soy de palabras

Uno es padre y madre de sus propias palabras, de esas letras, una a una entrelazadas.

Uno reconoce sus frases que en momentos de amor y odio salen de las entrañas, desde lo más profundo de nuestro corazón y que llevan consigo ese sentimiento que no encuentran otra salida más que la fuerza de la voluntad para expulsar esa serie de emociones materializadas en palabras.

Porque una cosa es cierta, en las arterias circulan por toda nuestra humanidad, vienen de los sentidos, ingresan por nuestra piel, se aglomeran en el torrente sanguíneo, vibran en el cerebro y salen íntegras por nuestros dedos.

Unos le dicen virtud, inspiración, iluminación, otros intelecto, algunos lo relacionan con voces internas que dictan palabra a palabra las ideas.

Lo cierto es que lo expresado es propiamente parido por quien está lleno de palabras viniendo de sensaciones diversas.

Sentimientos atropellados por una realidad muchas veces diferente en la que vivimos sumidos.

Somos padres y madres de nuestras palabras, las concebimos en segundos y hasta que se hace un amontonadero, vamos escogiendo una por una, hasta convencernos que cierta frase tiene cabeza, pies, manos y corazón, y puede irse de nosotros hacia ojos lectores y quedar atrapadas, encariñadas, iluminando con luz propia a otro ser.

Yo tengo palabras en mi bodega personal, en lo que tengo de vida, no he podido vaciar ese almacén con viejas y nuevas palabras, a ratos se dejan venir por puños y las detengo según mis sentimientos en ese momento, de lo contrario se revolverían esas palabras de enojo con las amorosas, las de humor con las de orfandad, las que saltan de aquí para allá sin dejarse atrapar, con las reflexivas.

Soy de palabras, muchas palabras.


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