Mini epopeya para tu conciencia en pausa
Tú, espectador premium del apocalipsis,
con tu dedo listo para deslizar,
viste caer edificios como si fueran efectos especiales,
mientras seguías masticando papas con sabor artificial.
Te dijeron que era complicado.
Que hay historia. Que hay contexto.
Y tú dijiste “uff, sí, qué fuerte”,
antes de pasar a un video de gatitos
y una promo de zapatos con 40% off.
Te mostraron niños bajo escombros.
Mujeres gritando nombres rotos.
Pero tú no podías hacer nada, ¿no?
Tú solo estabas viendo.
Desde la paz blindada de tu Wi-Fi.
Mientras los drones hacían su danza mortal,
y los misiles caían con precisión quirúrgica
(¿quién entrena a un misil para que mate quirúrgicamente?),
tú te indignaste…
por dos horas.
Luego te cansaste.
Porque duele, claro, y no combina con tu café.
Y porque el algoritmo,
siempre tan atento,
te ofreció otra causa, más ligera,
con emojis y filtros.
Tú, soldado pasivo de la narrativa oficial,
te tragaste titulares como pastillas para dormir.
“Guerra complicada”, “respuestas necesarias”,
“daños colaterales”, “defensa legítima”.
Como si las bombas tuvieran ética
y el fuego supiera diferenciar.
Y ahora sigues ahí.
Con el mundo en la palma de la mano,
y sangre en los ojos que no quieres abrir.
Pero tranquilo.
Que el streaming continúa.
Y tú, siempre tú,
puedes cambiar de canal.
0 Comentarios