Una muchacha se cuelga y gira del Stop.
Me ríe y se enciende y vuela sola sobre la acera en una mañana fresca de sábado en Guadalajara.
Hay demasiada blancura todavía en su cuerpo de hombre.
Se cruza y me obliga a frenar, me guiñe y avanza y se pierde entre las calles laterales.
Escucho su risa todavía a lo lejos y me hace pensar en la locura y el frenesí de la noche de viernes que no termina de acabar en él.