Ustedes caminan por la calle como si nada. Ven la nota roja, la pasan por alto, se indignan un ratito en redes y luego siguen con el café, con el fútbol, con la vida como si no se estuviera cayendo a pedazos. Pero ellas ya no caminan. Las enterraron sin nombre, sin justicia, con titulares que decían “crimen pasional” o “estaba en el lugar equivocado”. Como si vivir siendo mujer fuera el error.

Ustedes dicen que no todos los hombres, que no todas las instituciones, que no todo es tan simple. Pero mientras se lavan las manos con discursos tibios, ellas desaparecen, una por una, cada día, como si alguien estuviera borrándolas a propósito. Y lo peor: lo están haciendo. Y ustedes lo saben.

Siguen pidiendo paciencia, que esperen los procesos, que se respeten las formas. Pero, ¿cuántas formas más van a respetar mientras las mujeres siguen saliendo con miedo y regresando en bolsas negras? ¿Cuántas velas más van a prender antes de darse cuenta de que esto no es tragedia, es sistema?

Se indignan más por una pared rayada que por un cuerpo violado. Les molesta más el ruido de la rabia que el silencio de la impunidad. Les arde el spray, pero no los gritos. Les duele el insulto, pero no el entierro.

Y cuando ellas gritan, ustedes dicen “así no se pide respeto”. Pero díganme, ¿cómo se pide respeto cuando a las muertas nadie les escuchó ni el primer “me están siguiendo”?

No es fábula, pero ustedes siguen actuando como si fuera un cuento.


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