Mirá, yo ya no puedo más con esta farsa. Nos venden el cuento de la “libre competencia” mientras los titanes del capital se dan de puñetazos diplomáticos por ver quién exprime mejor a los obreros del sur global. ¿Guerra comercial? No, hermano, esto es saqueo con corbata. Es colonialismo versión 3.0, con logos brillantes y CEOs que te sonríen desde sus jets privados.
Cada arancel es una bala invisible. Cada sanción es una bomba silenciosa que estalla en la mesa del que apenas come. Ellos juegan ajedrez con las cadenas de suministro y nosotros somos los peones—sí, vos también, aunque tengas iPhone y te creas iluminado por leer The Economist. Nos enseñaron a venerar la marca y odiar al competidor extranjero. Todo para mantener un sistema donde el precio lo define la codicia y la dignidad vale menos que el próximo “Prime Day”.
No es China contra EE.UU., ni Occidente contra Oriente. Es arriba contra abajo. Siempre lo fue. Y mientras vos discutís si el chip lo hace Samsung o TSMC, allá en la fábrica de la periferia un niño arma el futuro con manos que no verán escuela.
Despertate. Esta guerra no es por nosotros. Es contra nosotros.
Y lo peor es que seguimos haciendo fila para comprar.
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