Aquí estamos, ¿lo ves?
La guerra no está en las calles, ni en los campos,
está en los estantes,
en los códigos,
en los gráficos de Wall Street
y en tu feed de Instagram.

Se nos dice que es por la “economía”,
pero ¿quién define qué es economía?
¿El tipo con el traje apretado
o la señora de la tienda de barrio
que no puede comprar ni un pan más barato?

Las bombas no suenan,
pero la inflación sí
y el dólar baila,
como si fuera dueño de todo
y yo, tan solo,
un espectador
que paga el precio
de una guerra que no se ve.

Estados Unidos pone el arma
y China responde con el grito de su fábricas.
Nos venden que es todo por el “bien común”,
pero el bien común es una ilusión,
una trampa,
como los descuentos en Black Friday.

Y aquí estoy,
como siempre,
con las manos vacías,
mientras ellos juegan al ajedrez con mi vida.
Pero nadie me va a decir que no se puede mirar de cerca,
que no se puede preguntar por qué
el miedo nos lo venden en cajas chinas
y la esperanza en una lata de Coca-Cola.

Nos están robando,
y lo llaman “libre comercio”,
nos están vendiendo un futuro
y lo llaman “globalización”.
Pero yo lo llamo esclavitud,
y no quiero ser parte del show.


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