Nosotros fuimos los que lo permitimos. Los que un día cambiamos el “¿cómo estás?” por un emoji y creímos que era suficiente. Los que subíamos fotos de sonrisas forzadas con filtros que le sacaban el alma a la cara. Los que confundimos validación con cariño, visibilidad con amor, seguidores con amigos.

Nosotros fuimos los que aplaudimos cuando la tristeza se volvió contenido. Cuando alguien lloraba frente a una cámara y lo llamábamos “valiente”, pero solo si tenía buena luz y subtítulos. Cuando creímos que exponerlo todo era sinónimo de autenticidad, y que el silencio era sospechoso.

Vivimos con miedo a desaparecer. A no estar en la conversación. A que el algoritmo nos entierre. Así que nos volvimos ruido: compartimos, opinamos, nos indignamos en tiempo récord. Saltamos de causa en causa como si fuera moda, sin entender ninguna. “Apoya esto”, “cancela aquello”, “comparte si tienes corazón”. Como si dar like fuera hacer algo. Como si ver el mundo arder desde una pantalla nos hiciera revolucionarios.

Y mientras tanto, ¿te acuerdas?, dejamos de hablar con la gente real. Dejamos de mirar a los ojos. De tener días feos sin sentir culpa por no postearlos. Porque todo tenía que ser “contenido”. Incluso el dolor.

Un día, sin que nadie lo notara, ya no supimos quiénes éramos sin conexión. Ni qué pensábamos sin consultar primero qué opinaba Twitter.

Y ahora aquí estamos, rodeados de miles, más solos que nunca.

Pero hey… si le das like a esta leyenda, capaz el vacío se va un rato, ¿no?


¿Te gusta? ¡Compártelo con tus amigos!

¿Cuál es tu reacción para esta lectura?

Profundo Profundo
0
Profundo
Impactante Impactante
0
Impactante
Genial Genial
0
Genial
Original Original
0
Original
Editor

0 Comentarios