4
4 Votos

​El sillón era demasiado suave. Me hundía en él, y el psicólogo, sentado frente a mí, me observaba por encima de sus lentes.

​—Dime. ¿Dónde lo sientes? —la voz era tranquila, profesional.

​—Aquí… —Apenas pude susurrar. Me toqué el esternón, como si intentara detener algo. Primero era una sensación leve, apenas un rumor en el pecho. No sabía bien cuándo empezó, solo que algo se movía dentro, despacio, como una corriente que buscaba espacio.

​Intenté ignorarlo. Seguí haciendo lo de siempre en mi cabeza, forzando la conversación, pero cada respiro se volvió un poco más corto, un poco más torpe. Mis dedos se clavaron en el muslo, tensos.

​—Respira hondo —pidió él, sin levantar la vista de su portapapeles.

​Obedecí. No alcanzó. El aire se atascó a mitad de camino y el corazón comenzó a latir con una urgencia que no entendía. Me dije que estaba bien, que no pasaba nada, pero la voz interna sonaba hueca, ajena.

​Las paredes del consultorio parecieron cerrarse. Mis manos sudaron. Pensé en salir corriendo, pero el cuerpo se negó. Todo mi ser se preparaba para un peligro que no existía, y sin embargo, el miedo era real, absoluto.

​La cabeza me zumbó. El pecho dolió. El aire no llegaba. Miré mis manos temblar. Quería hablar, pedir ayuda, pero no pude.

​Y entonces la escuché, esa misma voz tranquila, firme, cercana, pero ahora con urgencia:

​—No luches contra eso. Déjalo pasar. Respira conmigo. No te vas a morir. Solo estás sintiendo miedo, y va a pasar.

​Respiré. Otra vez. Una más. El corazón, lentamente, obedeció. El mundo volvió a su sitio.

​—¿Ves? —dijo el psicólogo—. No se trata de vencerlo, sino de entenderlo. De no correr cada vez que aparece.

​Asentí en silencio, exhausto. Afuera seguía el ruido, la vida, la gente. Adentro, el eco del miedo aún temblaba… pero ya no mandaba.

​El psicólogo miró el reloj en su muñeca y sonrió, un gesto de alivio profesional.

—Terminamos por hoy.

​Asentí, más tranquilo, recuperando el aliento.

—¿Cuánto le debo? —pregunté.

​Él dijo la cifra.​

Escuché, abrí los ojos, y el corazón volvió a galopar, puntual como una deuda…


¿Lo recomiendas? Vota ⬆️ Sí o No ⬇️

4
4 Votos

¿Cuál es tu reacción para esta lectura?

Profundo Profundo
1
Profundo
Impactante Impactante
0
Impactante
Genial Genial
0
Genial
Original Original
2
Original
Alain Otaño