Cuando se habla de un detective se nos vienen a la mente dos imágenes: ya sea que dicha persona esté fumando, desde una pipa o el cigarrillo. La otra es que tenga una lupa, un libro, su propia mano frente a un misterio por resolver. A eso se le llama cliché, palabrita muy interesante, y no siempre es malo recurrir a ella. Muchos de ustedes lectores le tienen miedo al cliché, lo repudian y tratan de alejarse de él. Lo cual es algo irónico porque lo que el humano debe de temer no es lo conocido, sino todo lo contrario. Así como la siguiente historia:
Tengo entendido que esto ocurrió en el siglo XIX, así como todas las historias de fantasmas, el lugar y la fecha exacta en realidad no importan tanto para esta historia, pues le pudo haber ocurrido a cualquiera. Una mujer, como de costumbre, fue asesinada. De causas misteriosas, obviamente. Asimismo, ningún policía ni detective podía resolver el caso. Y como es de esperarse llamaron a un consultor externo cuyos conocimientos de lo paranormal sobrepasaban los del cuerpo policiaco.
El señor Pedro Herramientas fue el consultor del caso. ¿Cómo? Ah, es verdad, me disculpo, tengo una manía de traducir los nombres, si pasa a lo largo del texto solo asegúrate de cambiarlo al idioma que creas pertinente. El señor Pierre Outil, tomó el caso de las manos incapaces de sus compañeros embarcándose en lo que sería el mayor susto de su vida.
El escenario que debía visitar el señor Outil no era otra que una mansión, que, según los pueblerinos, estaba embrujada. Cabe aclarar que sí, esto es un cliché. Quizá toda la historia lo sea, ya veremos. Al entrar en la mansión nuestro detective fue advertido por el viento que se alejara, este no era lugar para extranjeros. Algo racista y xenofóbico el viento, dirían algunos de mis compañeros. No obstante, Pierre siguió su camino, no era la primera vez que recibía amenazas del viento, la otra vez fue su suegra sacándolo de su casa aventándole las cosas del balcón. Que esta breve aclaración no te haga dudar de las capacidades paranormales de nuestro protagonista, es en verdad ávido en lo fantasmagórico.
Al recibir los informes de sus compañeros policías, le notificaron que el cuerpo de la reciente difunta no había sido movido de lugar, ya que ellos temían que al tocarlo contrajeran algún tipo de maleficio o enfermedad. Como si el morirse fuera algo contagiable, bueno fuera, así uno solo buscaría el remedio para aliviarse de la muerte o buscaría a un enfermo para matarse. Con esto en mente, él prosiguió con su trabajo, pero al adentrarse, dónde se supondría yacía el cuerpo. Este se había esfumado, no había vestigio alguno de su existencia, es, así como lo puso en palabras el mismo señor Outil, una mierda santa.
¿Quién, además de la muerte, hubiera querido quedarse con el cuerpo de aquella mujer? Quizá la respuesta surja del cómo es que esta mujer falleció, justo eso pensó nuestro protagonista. Pero mientras más preguntaba más ofuscado se tornaba el asunto. No había respuesta que lo satisficiera, que fueron los mismos demonios de la casa. Que fue el marido vengativo, que fue la suegra, que el amante, que el mismo Pedro lo hizo en busca de renombre.
Tanto tú como yo, como él, sabemos que la respuesta a cualquier cosa no está en la boca de las personas, la mente ajena no es de fiar. La señora Eterno murió en su biblioteca. Ahí están las respuestas de este misterio. Porque lo desconocido es a lo que debemos de temer, y los libros están llenos de fantasmas.
El señor Herramienta se acercaba al polvoriento cuarto, dónde ahora una mancha, de sangre con forma de mujer yacía oxidada. Él olfateaba cual buen can en su pesquisa. Con un sexto sentido que sólo los buenos detectives poseen empezaba a formularse una posible teoría. Una mancha de sangre, una biblioteca y un cuerpo desaparecido de un difunto. Para Pierre fue claro, se la habían llevado las termitas, digo, eso no las termitas no pudieron haber cargado con tanto peso, debe de haber otra solución, Pierre. Las ratas se la comieron, espetó enalteciendo su voz y su brazo en forma de victoria. No, eso tampoco. Pero entonces, si las ratas no se la comieron, y las termitas no se la llevaron, ¿qué pasó con el cuerpo?
Es un hombre testarudo de verdad, tanto que no podía maquinar una respuesta y no dejaba de rondar la habitación en círculos. Súbitamente un libro cayó sobre sus manos, la respuesta siempre está en los libros, aquí hay fantasmas, pensó.
Entonces, sin más que agregar, agarró el libro del mango, abrió la primera hoja y estaba manchada de sangre, agarró otro libro lo mismo, y así estuvo con casi todos los libros de la biblioteca hasta que se percató de que un libro ausentaba esta característica. No había título en la tapa. Llegó hasta dónde empezaban las letras, esperando que ahí estuviera el cuerpo de la señora Eterna.
Era una historia, de título: Cliché.