Tú estabas viendo historias, ¿no? Scroll arriba, scroll abajo, cafecito en mano, y de repente—boom—una explosión en 1080p. Te indignaste justo lo suficiente para postear una bandera en tu perfil. Quédate tranquilx, hiciste tu parte.
No sabías dónde estaba Gaza hace una semana, pero ahora la repites como si fuera tu barrio. No está mal, no es tu culpa. Te lo sirvieron masticado: buenos vs malos, blanco y negro, con musiquita triste y una voz en off que te dice a quién llorar.
Mientras tanto, allá, los cuerpos no tienen filtro. No hay botón de “saltar intro” cuando es tu casa la que se cae encima. Pero eso no sale en tus notis. Te dan la versión editada, aprobada por la diplomacia del cinismo. Y tú, sin darte cuenta, tomás bando según qué logo tenga el canal que ves.
Te entrenaron para elegir equipos como si fuera fútbol. Pero esto no es un partido. Esto es pólvora, bloques y niños que dibujan drones en vez de soles.
Y tú, cómodo, crees que entender es compartir una infografía.
Spoiler: no hay final feliz.
Y sí, te lo están vendiendo como entretenimiento.
Y sí, tú lo estás comprando.
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