Ustedes lo sabían. Desde hace décadas. Desde que los glaciares empezaron a derretirse como helado en asfalto. Desde que los científicos gritaban en PowerPoints y nadie los escuchaba porque no estaban en Instagram.

Pero no, ustedes querían vuelos baratos, aguacate en diciembre, y aire acondicionado a 18 grados mientras afuera hacía 45. Querían autos eléctricos pero con litio extraído con sangre. Querían salvar el mundo sin moverse del sofá.

Después llegaron las campañas: “Salvemos al planeta”. Como si el planeta necesitara ayuda. Spoiler: el planeta va a seguir, ustedes son los que se van a cocinar como grillos en microondas.

Y ahí están, reciclando una botella mientras comen carne tres veces al día y votan por los mismos de siempre. Postean una foto de una tortuga atrapada en plástico y creen que eso es activismo. Mientras tanto, las petroleras siguen rompiendo la Tierra a carcajadas.

La ironía es esta: quieren un futuro verde, pero les da flojera renunciar a su comodidad beige.

El cambio climático no es una tragedia natural. Es una fiesta privada donde ustedes son los anfitriones, los invitados y los que van a apagar la luz… cuando ya no quede nadie.


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