Estoy harto. De los trajes caros que se llenan la boca con palabras como “transparencia” mientras reparten contratos entre amigotes en cenas privadas con vino de tres cifras. De los discursos que prometen limpiar todo mientras esconden la mugre bajo alfombras que pagamos entre todos. De ver cómo se llevan la plata y después nos piden sacrificios.

La corrupción no es un accidente, es el sistema operativo. Es parte del diseño. No es “una manzana podrida”, es el árbol entero plantado sobre estiércol de privilegio y cinismo. Y yo, mientras me rompo el lomo para pagar impuestos, veo cómo ellos se inventan fondos, licitaciones truchas, sobres cerrados con saliva de impunidad.

¿Y sabés qué es lo peor? Que ya nos acostumbramos. Que a veces hasta decimos “bueno, pero este roba menos” como si nos conformara que solo nos saquen una pierna en vez de las dos. Nos domesticaron con migajas y miedo. Y yo me cansé de comer de ese plato sucio.

No soy tonto. Sé que esto no cambia solo con indignación. Pero por lo menos que sepan que no todos estamos dormidos. Que algunos todavía tenemos memoria, rabia y un par de palabras afiladas.

Porque me robaron en la cara. Y no pienso callarme.


¿Lo recomiendas? Vota arriba para Sí o abajo para No.

¿Cuál es tu reacción para esta lectura?

Profundo Profundo
0
Profundo
Impactante Impactante
0
Impactante
Genial Genial
0
Genial
Original Original
0
Original
Editor

0 Comentarios