Y esta gente que convoca
al recuerdo, a los recuerdos
atraviesa con dedos artríticos alambres
busca voraz el tiempo aquel
bajo un andamio
o la piedra soleada de un resbaladero en la Alameda
o la sombra del membrillal de los abuelos.
Ante la curvatura de sus huesos
se enlazan los nombres
surge una risa desdentada
por diabluras que ya no espantan
ni a los niños de pecho
resuman las brevas de la higuera
y el granado es amor adolescente
rojo y parcial
prometedor de un jugo venenoso y fecundo.
Se riza el aparato. Los números auguran
desatan las cuentas apretadas
en mano de la abuela
salen por los postigos del cuarto de las tías
y arrancan nubarrones
de memoria dividida en el páramo
atravesada por el kilometraje
de nuevos nombres
de retoños.
La luz de la poesía
el polvo de las vías saturado de historia emerge
el din don de la llamada a misa
abre el amanecer
frente a los zancos de los álamos.
Y entre distantes retazos de una historia común
el pespunte se anuda
y teje ahora
el rosario habitual del buenos días
y sus noches
intuición de saberse un lienzo
de trama individida que
Señora Santa Ana y San José
aún resguardan bajo las flamas.