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Y esta gente que convoca

al recuerdo, a los recuerdos

atraviesa con dedos artríticos alambres

busca voraz el tiempo aquel

bajo un andamio

o la piedra soleada de un resbaladero en la Alameda

o la sombra del membrillal de los abuelos.

 

Ante la curvatura de sus huesos

se enlazan los nombres

surge una risa desdentada

por diabluras que ya no espantan

ni a los niños de pecho

resuman las brevas de la higuera

y el granado es amor adolescente

rojo y parcial

prometedor de un jugo venenoso y fecundo.

 

Se riza el aparato. Los números auguran

desatan las cuentas apretadas

en mano de la abuela

salen por los postigos del cuarto de las tías

y arrancan nubarrones

de memoria dividida en el páramo

atravesada por el kilometraje

de nuevos nombres

de retoños.

 

La luz de la poesía

el polvo de las vías saturado de historia emerge

el din don de la llamada a misa

abre el amanecer

frente a los zancos de los álamos.

 

Y entre distantes retazos de una historia común

el pespunte se anuda

y teje ahora

el rosario habitual del buenos días

y sus noches

intuición de saberse un lienzo

de trama individida que

Señora Santa Ana y San José

aún resguardan bajo las flamas.


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Enriqueta Guadalupe Del Río Martínez