I

Camina entre los árboles como si estuvieras dentro de un líquido denso; la oscuridad es tan cerrada que no puedes ver tu propio brazo, extendido frente a ti. Siente una presión en los ojos, muy abiertos y sin parpadear, como si algo pesado tocara su superficie húmeda. Tropiézate entre las ramas, deja que se aferren a tu zapato y te hagan caer; guíate por las caricias de las hojas en el rostro, confía en el camino que trazan hacia la casa grande. Sabes que está ahí, lo sabías cuando eras otra y lo sabrás cuando dejes de ser. Obsesiónate con la idea de que siempre caminarás a oscuras; escucha la voz en tu mente que te dice que el sol no volverá a salir. Fueron, de seguro, las mujeres de la casa grande las que lo ahuyentaron con su tenacidad necia. Son capaces de algo así, ¿o no?

 

II

Renuncia al control de las horas hasta que un gris callado anuncie el amanecer, y mira como aparecen blancas siluetas de flores de durazno. Has estado en el rancho por tres días. Antier, frutas maduras aromatizaban el suelo, levantaban un hedor a fermento ácido; ayer, las guadañitas verdes se secaban en las ramas. Ahora, mientras caminabas en el oscuro perfecto, las hojas terminaron de desaparecer y las flores abrieron, aceleradas. Por la tarde serán rosadas pero ahora, nueva la luz y nuevas ellas, son formas que tienes que ver con los ojos desenfocados. Así son los árboles aquí, en la casa de las dueñas del tiempo.

 

III

Alguien te mira por la izquierda.

 

IV

Es una mujer de cabello blanco y piel arrugada. Reconócela, aunque nunca la has visto. Tiene el gesto perdido, pero lo avienta por casualidad en tu dirección; pasó toda la vida queriendo verte y ahora que puede, no te reconoce. Mírale el camisón amarillento que es igual al que traes puesto, percudidos los bordados que en el tuyo son blancos, y envídiale el rebozo tinto que te iba a heredar. Sobre la escalera de piedra, sus pantorrillas desnudas se agrietan contra el frío del sereno; siente, dentro de tus botas, un calambre en los pies. Disgústate con su figura familiar; tiene, igual que tú, el cuello acortado, las manos delgadas y la cara vacía.

 

V

No es que haya una capa de piel lisa donde deberían estar sus facciones: es que tus ojos no quieren entender lo que tienen enfrente. Rehúsate a presenciar el paso del tiempo, rechaza la forma específica que tendrá tu desgaste. Ignora las arrugas en la frente y las líneas alrededor de la boca, recoge los cachetes caídos alrededor de la mandíbula, aclara las manchas del sol sobre la frente. No quieres ver tus cejas, delgadas; tu nariz, puntiaguda; tus labios, encogidos con permanente disgusto. Ciérrale tus ojos, obstruidos por una distracción tan sólida que es más fácil verla desde afuera.

Sabes que la mujer que tienes enfrente no ha visto su entorno en más de veinte años. Descubre ahora que ha buscado, por décadas, una cara que ya no puedes darle, una persona que te has empeñado en erradicar. Ella te hizo; deshazte. Niega que alguna vez naciste, aún cuando tienes frente a ti a tu espejo. Échate al piso entre las raíces, asegúrate de que no pueda encontrarte, y cuenta tus respiraciones hasta que puedas conciliar el sueño.


¿Lo recomiendas? Vota ⬆️ Sí o No ⬇️

¿Cuál es tu reacción para esta lectura?

Profundo Profundo
0
Profundo
Impactante Impactante
0
Impactante
Genial Genial
0
Genial
Original Original
0
Original
Sol