5
5 Votos

—No voy a ir, Santiago. No insistas.

—No te estoy insistiendo, solo… ellos preguntan por ti. Todos te extrañan.

 

Samuel le sirvió otro café. Llevaba semanas durmiendo mal. Cada noche soñaba con rostros conocidos, voces que lo llamaban desde lejos. Al despertar, siempre el mismo mensaje en su teléfono: «Hoy fue Jorge…», «Anoche se fue Ricardo». Sus amigos de toda la vida, uno por uno, cayendo como hojas de otoño.

 

—Ya no quiero saber más de eso. Siempre el mismo cuento. «Vamos a vernos», «Te estamos esperando»… ¿Esperándome dónde?

 

Santiago no respondió. Lo miraba con ternura, como si entendiera más de lo que decía. Samuel continuó, apretando con fuerza la taza entre las manos.

 

—¿Sabes cuántas veces he estado a punto de ir con ustedes? Pero no. No me toca aún. ¡Estoy aquí! Todavía me queda algo por hacer…

 

El silencio se hizo denso.

 

Santiago se levantó, dio una vuelta por la sala, acarició el lomo del gato viejo que dormitaba sobre el sillón y luego se volvió hacia él.

 

—Lo sé, amigo. Pero ya estás cansado, ¿no? Ya no te queda casi nadie de este lado…

 

Samuel parpadeó. Un escalofrío le recorrió la espalda.

 

—Tú… tú estás de este lado. Siempre estás.

 

Santiago sonrió con tristeza y bajó la mirada. Caminó hacia la puerta y, antes de cruzarla, dejó un susurro flotando en el aire:

 

—Te estamos esperando.

 

Y se desvaneció.


¿Lo recomiendas? Vota ⬆️ Sí o No ⬇️

5
5 Votos

¿Cuál es tu reacción para esta lectura?

Profundo Profundo
2
Profundo
Impactante Impactante
0
Impactante
Genial Genial
3
Genial
Original Original
0
Original
Alain Otaño