Ella levanta su mano del regazo, después de haber vagado por la casa entera disponiendo al servicio de los invitados, al fin, parece serenarse y en plena plática, levanta esa ala que se posa instantáneamente sobre mis toscos dedos para retirarla, casi de inmediato. No acostumbramos las grandes manifestaciones amorosas tras 25 años de unión, nos parece de hecho, un poco repulsiva la alharaquienta manía de decirle al prójimo algo así como “de veras nos amamos” , mejor cada quien en su espacio preservando el amor para lo íntimo, cada quien deconstruyendo lo social para alcanzar lo propio al tornar a lo de uno…y en ese sutil movimiento de apenas un minuto de ala sobre roca, la mirada de él, petrificando el gesto, sosteniéndolo en el aire por un brevísimo instante: las manos EN SÍ sartreanas presas de sus ojos y ella, convirtiéndolo EN SÍ a él, al mismo tiempo y seguramente dilucidando todo lo que pasa por la mente de ese solterón -solitario: pensará… ¿éste es el gesto adelantado de un coito, que sus ojos paralizan y perpetúan en esa su mirada anhelante; sentirá una honda añoranza por un acto de amor desenfrenado que no le pertenece; poetizará acaso, ennobleciendo el cariño de la esposa manifiesto en múltiples detalles, pero aún no, en una caricia definida; envidiará el pequeñísimo roce del terso pétalo , mientras su piel erizada le transporta un flujo momentáneo de energía desde la pupila contraída hasta la entrepierna, y de ella a la boca del estómago?
Manos EN SÍ, sujeto EN SÍ de ella, ambos EN SÍ de mí…y en este instante en que invento todas estas historias, la veo retirar de mi mano su mano, con premura, porque descubre los indiscretos ojos enormes sobre el gesto: entonces, ella levanta la mirada y encuentra la de él y en ese diminuto tiempo suspendido en el aire, se muestran totalmente a sí mismos en esa magia casi inexistente de plenitud en otro, ninguno queda preso de ninguno, se traspasa la luz límpidamente, ella le corresponde y él le declara en un destello de segundos su deseo de tenerla, su anhelo de permutar los dedos, su ansiedad infinita contenida , y saben lo que saben como si desde siempre lo supieran y descubren que todo lo pensado ha sucedido.
Y yo, pasmado en ese minuto de miradas, me siento derrotado y orgulloso…
